jueves, 1 de febrero de 2018

Lolita, de Vladimir Nabokov




Lolita es un libro que llevaba mucho tiempo esperando en la estantería. Lo adquirí en  diciembre de 2013 en una edición extra de la editorial Anagrama en la que se publicaron sus cien joyas literarias. Lo compré porque era «uno de esos libros que hay que tener», pero sin intención alguna de leerlo.

Me había llegado por diferentes medios que debía leer la novela de Vladimir Nabokov porque era alta literatura, pero yo siempre hacía oídos sordos o me respondía con evasivas mentales del tipo «ya llegará su momento». Esa falta de interés venía  porque conocía el argumento y no me apetecía lo más mínimo leer la historia del perturbado Humbert Humbert.

Sin embargo, durante el mes de diciembre el azar puso Lolita en mi camino en tres ocasiones, y yo, que cada día soy más supersticioso, hice caso a las señales. 
La primera fue en el cine mientras veía La librería de Isabel Coixet. La novela de Nabokov tiene un papel en la película cuando la protagonista, una romántica-enamorada de los libros que se atreve a abrir una librería en un pequeño pueblo de la campiña inglesa, tras leer Lolita (y pedir la opinión de un aristócrata ermitaño y gran lector) decide confiar en la novela y hace un enorme pedido que provoca gran revuelo en la sosegada vida de los habitantes del bucólico pueblo.
La segunda señal me llegó a través de una noticia de un periódico en el que se comentaba (ante mi estupor) que la novela de Nabokov estaba en el punto de mira de un grupo de feministas norteamericanas que piden su prohibición por ser una obra que denigra a la mujer al tiempo que simboliza y exalta el machismo y el modelo patriarcal. El puritanismo censor vuelve a la carga.
La tercera apareció tras la visita a una librería en la que me hice con un ejemplar de Cada noche, cada noche, de Lola López Mondéjar, novela que resultó ser una secuela de la novela de Nabokov, de modo que no la podría leer sin haber leído previamente la del escritor ruso.
La decisión final, el casus belli de atacar Lolita, la tomé durante una tertulia literario-cervecera con mi amigo S.K. que me re-confirmó que era una obra maestra y que no podía dejar de leer ese libro que llevaba tanto tiempo en mi estantería criando malvas.


El incipit de Lolita es uno de los más famosos de la historia de la literatura.

«Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos paladar abajo hasta apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo.Li.Ta.
Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, cuando estaba derecha, con su metro cuarenta y ocho de estatura, sobre un pie enfundado en un calcetín. Era Lola cuando llevaba puestos los pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos siempre fue Lolita.
¿Tuvo Lolita una precursora? Naturalmente que sí. En realidad, Lolita no hubiera podido existir para mí si un verano no hubiese amado a otra niña iniciática. En un principado junto al mar ¿Cuándo? Aquel verano faltaban para que naciera Lolita casi tantos años como los que yo tenía entonces. Pueden confiar en que la prosa de los asesinos sea siempre elegante.
Señoras y señores del jurado, la prueba número uno es lo que los serafines, los mal informados e ingenuos serafines de majestuosas alas, envidiaron. Contemplen esta maraña de espinas»

El inicio completa el primero de los sesenta y nueve capítulos de que se compone la novela (más el prólogo de un falso doctor en filosofía que es quien corrige y edita las memorias del narrador, y un epílogo del propio Nabokov escrito en 1957, dos años después de la publicación de la novela).
Del incipit se pueden hacer varias consideraciones. 
Que el narrador está enamorado (obsesionado sería la palabra adecuada) de una niña llamada Dolores, cuya edad intuimos por lo que dice a continuación ya que confirma que no fue la primera. De modo que el narrador es un pederasta; y también un asesino, aunque todavía no sabemos a quién ha matado. Este asesinato será uno de los elementos que mantenga la tensión de la trama. También nos dice que está en la cárcel y su escrito va dirigido al jurado, pues la historia que va a narrar forma parte de su defensa. Por último, es evidente que es un tipo culto, un escritor de prosa cuidada y elegante, poco dada a vulgarismos y a expresiones fuera de tono. Es la prosa de un europeo cuarentón llamado Humbert Humbert, quien a lo largo de la novela relata sus escarceos sexuales con niñas preadolescentes (nínfulas las llama) hasta que se marcha a Estados Unidos y conoce a la niña que le hace perder la cabeza: Dolores Haze; su Lolita.

La novela se divide en dos partes. En la primera el protagonista nos ponen en antecedentes de sus preferencias sexuales. Reconoce su monstruosidad, que es un maniaco acosador, un violador de niñas, un obseso perturbado, un enfermo mental. Sin embargo, sufre porque las leyes y la moral establecida le impiden desatar su instinto depredador. Hasta que conoce a Lolita. Tras su conquista/secuestro comienza la segunda parte de la historia, una road movie que lleva a los protagonistas a un viaje hacia ninguna parte a lo largo y ancho de Estados Unidos. Siempre con miedo a ser descubierto, siempre con miedo a perder a Lolita.

Nabokov utiliza a Humbert Humbert como narrador, que se dirige tanto al jurado, como al lector, o a la propia Lolita. Todo lo que sabemos está dentro de su cabeza. Es un tipo narcisista y egocéntrico hasta el infinito, incapaz de sentir empatía o compasión por nadie, ni siquiera por su amada-secuestrada-violada Lolita. La pobre Lolita/Dolly es un fantasma para el lector. Poco sabemos de lo que piensa o de lo que siente. Tan solo que descubre su sexualidad plegándose y sometiéndose a los deseos sexuales de H.H; sabemos que llora cada noche y que desea escapar de las garras de su elegante y depravado padrastro.

Nabokov es un maestro que utiliza una artillería literaria impresionante. Tanto que logra que el lector, en ocasiones, sobre todo en la parte final, sienta cierta compasión o pena por Humbert Humbert, incluso a pesar de lo que nos dice el propio narrador, que reconoce su pecado y relata cómo se va hundiendo cada vez más en la miseria moral. En este sentido, podemos decir que su confesión da resultado, pues el objetivo del relato es demostrar al jurado (al lector y a la propia Lolita) que todas sus atrocidades, entre las que se incluye el secuestro, la violación y el asesinato, están justificadas en una enfermedad psicológica y en el amor que siente por Lolita. Tanto es así, que una conocida revista femenina la consideró «la mayor historia de amor del siglo XX». Si Humbert Humbert saliera de su tumba se aplaudiría a sí mismo por semejante proeza.

En la novela hay constantes referencias literarias y artísticas, pues H.H. es profesor de literatura y escritor. La primera de ellas es para el maestro de maestros, Miguel de Cervantes. «Y él, mon cher petit papa, me sacaba a navegar y a pasear en bicicleta, me enseñaba a nadar y a zambullirme y a esquiar en el agua, me leía Don Quijote y Les Misérables, y yo le adoraba y le respetaba…» (P.17).
Es evidente que Humbert Humbert no siguió las enseñanzas de nuestro caballero andante, presto a salvar a cualquier doncella de las garras de tipos como él. Pero ahí está el logro de Nabokov, que hizo una novela que apuntaba directamente a la línea de flotación de la moral establecida en occidente, y reivindicaba la libertad creativa por encima de todo. Lolita es un libro que siempre tendrá en pie de guerra a puritanos y fundamentalistas de toda índole, lo que dice mucho de la novela. 

Tenía razón S.K., Lolita es una obra maestra.



Traducción de Francesc Roca


6 comentarios:

  1. Hola Juan Carlos, tu comentario no se publicó porque no estaba en blogger, sin embargo (¡fenómenos paranormales made in blogger!) llegó a mi correo. Así que arreglo el desaguisado con el corta y pega de toda la vida.

    Hola, tocayo:
    Una novela que leí hace tiempo y que he releído abriéndola al azar muchas veces. Es Nabokov en estado puro. La última vez que eché un vistazo a algunas de sus páginas fue a raíz de haber visto "La librería" de la Coixet (¡Ojalá mañana se llevara el Goya!). ¿Sabias que la escribió toda ella en francés?
    Ahora el asunto está de plena actualidad por eso de la abusos y tal. En su momento, claro, el escándalo fue mayúsculo.
    Un abrazo
    Juan Carlos Galán

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    1. Se han cumplido tus pronósticos. Me alegré mucho cuando le dieron los grandes premios a “La librería” porque es una película maravillosa.

      Un abrazo

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  2. Da un poco de miedo pensar que la dictadura de lo políticamente correcto pueda acabar con el arte, que no puede estar sujeto a ningún tipo de ataduras. ¿Encontraría Nabokov editor a día de hoy? ¿Orquestarían una campaña en Twitter para hundirlo? Tengo algunos ejemplares de esa colección de Anagrama, la de Los detectives Salvajes, Ébano de Kapucinsky, Trainspotting, etc. Me llama la atención la actualización de López Mondéjar, aunque supongo que hará pasar la historia de Lolita por el tamiz actual. Hay que tener en cuenta, en cualquier caso, que la visión que tiene el lector es la de Humbert y el cine a veces ha mostrado a Lolita como una adolescente sexualizada y provocativa cuando en realidad todo parece estar en la mente perturbada de Humbert. Probaré a leerla si la veo por la biblioteca y una relectura de Nabokov tampoco vendría mal. En fin, que se pone uno y no para...
    Saludos.

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    1. Estoy de acuerdo contigo. El problema no es la obra de Nabokov, que dejó claro que "Lolita" sólo era producto de la perturbada mente de H.H. Lo que hizo verdaderamente daño fue la errónea (y terrible) interpretación que muchos hicieron de la novela responsabilizando a una niña de doce años de seducir a su padrastro y de considerar la novela como una "historia romántica".
      La película de Kubrick (y también la última versión) contribuyó bastante a crear esa imagen de niña (en la película tiene 16 años) seductora y lujuriosa; y la sociedad (patriarcal) construyó el mito. Me ha encantado el libro de Lola López Mondéjar, porque lo desmonta por completo. No deja títere con cabeza.
      Un abrazo

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  3. Deshecho el entuerto de los Juan Carlos. En el comentario que me dejaste en mi reseña de "4 3 2 1" te confundí con Juan Carlos Galán y no he salido de mi erros hasta ver su comentario esta mañana.
    Bueno, ya está solucionado.
    Ya me tienes siguiendo tu blog porque esta reseña de Lolita me ha encantado. Ese inicio es antológico. Lo habré leído cien veces y cada una me gusta más que la anterior. la novela es asombrosamente valiente y las "feministas" americanas unas puritanas en toda regla. Yo creo que andan cerca del "Te party". Descuelgan obras maestras de los museos, pretenden convencernos de que películas maravillosas como "Manhattan" son un canto a la pederastia y ahora quemarán ejemplares de "Lolita" en Times Square. Eso no es feminismo, eso es aprovecharse de lo políticamente correcto y su tiranía para terminar con la libertad. Y lo están consiguiendo. Estamos en un mundo cada vez más pacato, puritano e invivible.
    Estoy de acuerdo con Juan Carlos Galán en que la interpretación que se ha dado a la historia viene más de la película de Kubrick que de la novela. Es una gran película, pero no refleja el espíritu de la novela. es otra cosa. Lo malo es que la mayoría de la gente solo conoce la película.
    Ya me he enrollado más de la cuenta.
    Un beso.

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    1. Hola Rosa, jajaja, es un lujo que me confundan con mi tocayo Galán.
      Estoy de acuerdo con tu comentario. Este fin de semana escribía Javier Marías una columna que viene al caso. Venía a decir que los linchamientos públicos sin juicio (y sin presunción de inocencia) son propios de la inquisición y de los estados totalitarios. Por supuesto, lo pusieron a caldo en las redes.
      Me alegro de tenerte por aquí.
      Un abrazo.

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