miércoles, 10 de enero de 2018

Al este del Edén, de John Steinbeck


«Hay libros que resisten un día y son buenos.
Hay otros que resisten un año y son mejores.
Hay libros que resisten muchos años y son muy buenos.
Pero hay los que resisten toda la vida. Esos son los imprescindibles».

Estos versos modificados de Bertolt Brecht que tantas veces he escuchado a Silvio Rodríguez son los primeros que me vienen a la mente nada más terminar de leer Al este del Edén de John Steinbeck.

Cuando me propuse participar en el Mes de la novela clásica no tenía elegido el libro que iba a leer, hasta que Gerardo Vázquez, autor del blog Varado en la llanura, me recomendó Al este del Edén, un libro que no estaba en mi estantería mental. Tampoco había visto la famosa película de Elia Kazan y no sabía absolutamente nada de la trama. Esa misma tarde encontré una edición de segunda mano más que aceptable en El Bazar del TBO. Me sorprendió su extensión, más de setecientas páginas que podían jugarme una mala pasada si la cosa no empezaba bien. Cuando llevaba veinte leídas, supe que iba a disfrutar del libro. Y así ha sido.

Al este del Edén es la última de las grandes obras de John Steinbeck. Se publicó en 1952 y el propio autor la consideró su mejor novela, la más completa. Diez años después, en plena Guerra fría y con JFK como presidente, Steinbeck recibió el premio Nobel de Literatura. Muchos críticos estadounidenses consideraron que la Academia sueca se había equivocado porque su literatura, realista y crítica, no estaba de moda por aquellos años. La Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial eran cosa del pasado. Llegaba la Edad Dorada del sistema capitalista y era necesario pasar página.
John Steinbeck, que además de un enorme escritor era un gran tipo, dio la razón a los críticos. Yo no se la doy.




Steinbeck toma el título de un pasaje del  Génesis que reproduce en la novela: “Puso, pues, Jehová a Caín una señal, para que nadie que lo encontrase lo matara. Caín, alejándose de la presencia del Señor, habitó la región de Nod, al este del Edén” (p.330). Queda claro el trasfondo.

La trama se desarrolla en Salinas, California, entre el final de la Guerra de Secesión estadounidense y el inicio de la Primera Guerra Mundial. A lo largo de cincuenta y cinco capítulos, muestra la historia de dos familias, los Trask y los Hamilton. El personaje fundamental es Adam Trask y el argumento gira en torno a su vida. El autor relata su infancia, su relación con su padre y sobre todo con su hermano Charles. Más tarde con su esposa Cathy, con sus hijos, Aaron y Caleb, con su criado Lee, y con sus vecinos, Samuel Hamilton y los hijos de éste, Will, Tom, Dessie y Olive. Precisamente en casa de Olive encontramos al narrador, que no es otro que el propio John Steinbeck, un narrador  testigo que aparece en un varias ocasiones introduciendo elementos autobiográficos. Su abuelo se llamaba Samuel Hamilton y su madre Olive, maestra de escuela en Salinas, precisamente el lugar en el que creció el autor. No sabemos cuánto de realidad hay en la novela pero el narrador testigo que narra en tercera persona da verosimilitud a la historia. Lo vemos poco pero a veces es capaz de asomarse para reflexionar sobre los temas clave de la novela. Éste es uno de esos momentos en los Steinbeck aparece:
«Los humanos están atrapados—en sus vidas, en sus pensamientos, en sus anhelos y ambiciones, en su avaricia y crueldad, y también en su bondad y generosidad— en una red entretejida de bien y de mal. Yo creo que ésta es nuestra única historia y que tiene lugar en todos los niveles del sentimiento y de la inteligencia. La virtud y el vicio forman la urdimbre y la trama de nuestra primera codicia, y serán también la factoría de la última, y ello a pesar de los cambios que podamos imponer en las tierras, ríos y montañas; en la economía y en las costumbres. No hay otra historia. Un hombre después de barrer el polvo y las astillas de su vida, tiene que enfrentarse tan solo con estas duras y escuetas preguntas. ¿Fue mi vida mala o buena? ¿He hecho bien o mal?» (p.510)

En éste fragmento aparece el tema central de la novela: el bien y el mal, el pecado, la culpa, la codicia, la virtud o el vicio. Los personajes están perfilados con estos atributos pero el autor introduce un matiz fundamental, ¿La vida está predestinada o existe libertad en ser humano para cambiar su destino?.
La pregunta es motivo de conversación entre Samuel, Adam y Lee, los tres grandes protagonistas (¡grandes filósofos!), en los capítulos 22 y 24. En esta conversación Lee, el criado chino de Adam, que resulta ser un erudito cuyo sueño es montar una librería, piensa sobre el por qué del asesinato de Abel a manos de su hermano Caín y el posterior castigo de Dios. Lee pide ayuda a un grupo de sabios chinos que (¡tras aprender hebreo!)  llegan a la conclusión de que Timshel, una de las palabras del relato bíblico,  significa «tú podrás dominar el pecado». De modo que Timshel responde a la pregunta y se convierte en palabra clave de la novela.

Steinbeck confronta a dos personajes antagónicos: Adam y Cathy.  Encarnan el bien y el mal respectivamente. En ambos su conducta es innata, y ninguna circunstancia podrá cambiarla. Adam es un buen hombre hasta el fin de sus días a pesar de las dificultades que se encuentra en el camino. Cathy / Kate es un personaje cruel que vive con la necesidad de sembrar dolor allí por donde pasa. Es la encarnación del mal y del pecado, en el sentido cristiano de la palabra.  El bien y mal también aparecen reflejados en relación entre hermanos, muy importante a lo largo de la obra. La historia de Caín y Abel se reinterpreta en la figura de Charles y Adam, de Caleb y su hermano Aarón o de Tom y su hermana Dessie.

Steinbeck no desaprovecha la ocasión para hacer denuncia de las injusticias que sufren  vagabundos o inmigrantes (se centra en la comunidad china) que son utilizados como mano de obra esclava por autoridades o por empresarios sin escrúpulos en Estados Unidos. O en denunciar la hipocresía de la sociedad norteamericana respecto al juego, al alcohol o a la prostitución. En ocasiones se recrea con la geografía (describe los paisajes americanos con detalle) o la historia del país (desde la colonización española de California, pasando por la Guerra de Secesión hasta la Primera Guerra Mundial) , o nos muestra cómo el país está sufriendo una transformación trascendental con la implantación de los avances de la industrialización como la electricidad, la cocina de gas, el frigorífico, el teléfono, la máquina de escribir, el gramófono o el automóvil: «Como en los tiempos bíblicos, en aquellos días aún se producían milagros sobre la faz de la tierra. Una semana después de la lección, un Ford subía dando saltos por la calle mayor de King City y se detenía con una sacudida ante la oficina de correos. Adam llevaba el volante, con Lee a su lado» (p. 457).

Ha sido una lectura estupenda que me ha llevado a habitar con unos personajes que seguramente permanecerán en mi memoria durante mucho tiempo. Me quedo con Lee, el criado filósofo de Adam, y con su esposa Cathy-Kate, la malvada con cara de ángel que parece no haber roto un plato.  Por supuesto, con Samuel Hamilton, trabajador y pensador, cuya energía vital transmite a todos los que le rodean. 
Creo que Al este del Edén de John Steinbeck es uno de esos raros libros que resisten al paso del tiempo. Imprescindible.



 Traducción de Vicente de Artadi






2 comentarios:

  1. Era una apuesta segura, Juan Carlos. Pocos, pocos detractores tiene esta novela. Yo también considero que ha alcanzado la categoría de clásico. Estuvo en mi estantería muchos años (pasa a veces, compras un libro y ahí se queda esperando) pero debido a su extensión y otras cuestiones tardé en ponerme con él. Recuerdo de su lectura que me atrapó por completo, subyugante. Y el personaje de Cathy, como dices, es tremendo. Una psicopatía con la que se nace, aunque para Steinbeck el ser humano al final es dueño de su propio destino, como en el famoso poema que leía Mandela en Robben Island. Desde luego, una lectura que marca.
    Un abrazo.

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    1. Ha sido una lectura fantástica de principio a fin. No he tenido la sensación de que flaqueara en ningún momento. Me ha gustado tanto la prosa de Steinbeck que tengo "De ratones y hombres" y "Las uvas de la ira" encima de la mesa, dos novelas de las que me habló muy bien una amiga que sabe de lo que habla. Gracias por la recomendación.
      Un abrazo.

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