jueves, 7 de diciembre de 2017

Desgracia, de J.M. Coetzee



"Para ser un hombre de su edad, cincuenta y dos años y divorciado, a su juicio ha resuelto bastante bien el problema del sexo. Los jueves por la tarde coge el coche y va hasta Green Point. A las dos en punto toca el timbre de la puerta de Windsor Mansions, da su nombre y entra. En la puerta del numero 113 le está esperando Soraya. Pasa directamente hasta el dormitorio, que huele de manera agradable y está tenuemente iluminado, y allí se desnuda. Soraya sale del cuarto de baño, deja caer su bata y se desliza en la cama a su lado"

Así comienza Desgracia, publicada en 1999, una de las novelas más conocidas de J.M. Coetzee. Es  novela que se integra dentro de la lógica de una sociedad, la sudafricana, que vivió un trascendental cambio en los años 90: el final de la segregación racial impuesta durante décadas por el régimen del apartheid. Un final complejo por lo novedoso. Sin revancha. Un final protagonizado por uno de los grandes hombres del siglo XX: Nelson Mandela. Y por una parte de la sociedad sudafricana, la población negra, dispuesta a perdonar los desmanes de los blancos que han controlado el país durante el último siglo. Dispuesta a pasar página. Pero no fue fácil. Esa complejidad es la que el premio Nobel sudafricano nos muestra en esta novela.

El protagonista es David Laurie. Tiene cincuenta y dos años. Blanco. Clase media acomodada. Profesor de literatura en la Universidad de El Cabo. Está divorciado y vive solo. Todas las semanas visita a una mujer que vive de la prostitución. Se siente feliz. Hasta que un día se cruza a esa mujer por la calle. Va con sus hijos de la mano. Será el final de los encuentros porque la ha visto en su otra vida. En una vida que nunca se le había pasado por la cabeza que pudiera tener. Días después, David se encuentra con una alumna y trata de seducirla. Finalmente lo consigue pero  ella lo denuncia por acoso. Él acepta la sentencia sin defenderse. Sabe que ha utilizado su posición de poder para llevársela a la cama. Pero su soberbia le impide disculparse. Es despedido de la universidad. Ha entrado en desgracia. Comienza entonces un viaje hacia ninguna parte. Visita a su hija Lucy, que vive en una granja y tiene un puesto en el mercado. Su hija vive en un mundo ajeno al de David, ajeno a la ciudad, a la cultura, a la segregación racial. La hija es contrapunto del padre. En su forma de vivir y de pensar.

Desgracia es una alegoría del final del apartheid en Sudáfrica. Dos generaciones, la del padre y la hija, David y Lucy, que han de enfrentarse a lo que ocurre desde mundos muy distintos. David simboliza al hombre blanco que ha controlado el país de manera injusta y paternalista. Pero la Sudáfrica post-apartheid ha de ser otra. La de un cambio de roles, la de la caída del poder del hombre blanco, la caída de David en desgracia y la necesidad de adaptarse a esa nueva situación, representada en su hija Lucy. El hombre blanco ha de pagar por las injusticias cometidas en Sudáfrica que han sido muchas. El pago será la violación por parte de un grupo de negros de su hija. En la reacción de David y de Lucy está el conflicto de la novela. Ya no lo hacen de la misma manera que antes. Lucy carga con el fardo de las injusticias cometidas por los blancos. Hijos que cargan con la culpa de los padres, que expían sus pecados. David no comprende a su hija. Su mentalidad es otra. Y en su manera de afrontar la desgracia está el trasfondo de esta magnífica historia. 

J.M. Coetzee tiene una prosa directa, muy personal, sin adjetivos, con pocas digresiones. En Desgracia, muestra, recorta, llega al lector con la velocidad de un rayo. 
Luminosa y desconcertante, como dice Javier Marías. Imprescindible.



 Traducción de Miguel Martínez-Lage




2 comentarios:

  1. De Coetze leí una novela suya anterior, "La edad de hierro", en la que plantea cuestiones similares. Al menos en el contexto. Es una historia muy dura, con un fuerte simbolismo y veo que esta sigue por los mismos derroteros. Así que nada, anoto tu recomendación.
    Disfruta del puente.
    Un abrazo.

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    1. Coetzee me gusta a pesar de la dureza de sus historias. Hay escritores que tienen una forma de narrar que atrapan, independientemente del tema de sus novelas. Y con Coetzee me pasa.
      Buen puente también para ti.
      Un abrazo.

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