Hace un par de semanas estuve en unas jornadas
sobre la vida y la obra del escritor cartagenero
Arturo Pérez-Reverte en la que se conmemoraron los treinta años de
la publicación de su primera novela
El húsar
y los veinte del inicio de la
saga de Las aventuras del Capitán Alatriste
Este es el sucinto
resumen de lo que allí se contó.
Miércoles, 2 de noviembre.
Me planto en el salón de
conferencias media hora antes de que se abran las puertas y me encuentro con
una enorme cola de cien metros. Pasan a mi lado dos jóvenes, que se paran y me preguntan
qué pasa ahí. Les digo que hay una
conferencia sobre un escritor llamado Arturo Pérez-Reverte. Miran la cola
extrañados y se van con cara de estar perdiéndose algo, y es que es poco
habitual que la literatura congregue a tanta gente. Una vez dentro tomo asiento,
levanto la mirada y me sorprende ver un público
tan heterogéneo en la sala. Poco tiempo después, entra el protagonista entre
aplausos, como si de una estrella de rock se tratara.
Comienza la conferencia
el profesor Santos Sanz Villanueva,
para quien la primera novela de Pérez- Reverte, publicada en 1986 y titulada “El Húsar”, es la base de toda su literatura,
pues en ella se dan ya todos los elementos que va a desarrollar en las novelas
posteriores.
Contextualiza la publicación
de “El Húsar” en el panorama literario español y menciona que por esa época, 1986, editores y críticos buscaban la novela
“ensimismada”, la novela sobre la construcción de la novela, novelas tediosas y
lentas que según Alberti “estaban protagonizadas por un personaje que
tardaba veinte páginas en subir una escalera”. El representante máximo de
este tipo de literatura era Juan Benet.
Esta literatura culta, de pocos lectores, era la literatura con mayúsculas, y todo lo
demás, es decir, la literatura popular, se quedaba a las puertas de la literatura.
Es justamente en esta orilla en la que quiere situarse Arturo Pérez Reverte al
escribir “El Húsar”, que como él mismo
dice “quiere ser un escritor de lectores”.
Cerca de este espacio es en el que se
sitúan obras aparecidas en ese mismo año, como “Beatus Ille” de Antonio Muñoz
Molina o “La ciudad de los prodigios”
de Eduardo Mendoza, ya que todas
ellas recuperan la narratividad y la memoria histórica. Y lectores tuvo, pero a
los críticos y académicos los tuvo siempre enfrente hasta que, a finales de los
años noventa, empezó a ser aceptado por éstos.
Sanz Villanueva comenta que Pérez-Reverte monta las novelas
como hacían los antiguos carpinteros con sus muebles, dejando todo en su sitio. Además señala que éste, en sus novelas, utiliza
oficios pintorescos, como maestros de esgrima, bibliófilos, ajedrecistas, narcotraficantes o grafiteros,
todos ellos muy bien documentados para
conseguir en la novela veracidad narrativa.
En las novelas de Arturo
Pérez-Reverte hay acción, aventura y sobre todo personajes, con mucho peso, todos
personajes memorables.
Por último, señala que en
sus novelas todo está puesto al servicio de la construcción de un sistema de
valores. En las primeras era un nostálgico de un tiempo pasado que se confronta
con la actualidad y, en general, tiene una visión pesimista de la vida humana
en la que se cumple la premisa del homo homini
lupus. Esa es su concepción, pero no es moralista, sino que en sus obras,
el ser humano es objeto de contemplación. Nos los condena, tampoco los salva.
Hay una distancia para no moralizar esa visión de la vida. También dice que en algunas
de sus novelas como “Hombres buenos”,
“Cabo Trafalgar” o “Dos de
mayo”, aparece una visión regeneracionista
de la vida española. En este sentido se sitúa en la corriente de la Generación del 98.
Termina la conferencia y
se sientan en la mesa redonda Arturo
Pérez-Reverte, José Manuel Abiada, Alexis Grohmann y José María Pozuelo que es el moderador.
Dice Grohmann que, junto
a Javier Marías, es uno de los
escritores españoles com mayor éxito internacional. Son polos opuestos que no
se excluyen ya que representan los dos tipos de literatura antes mencionados.
El primero quería escribir las novelas que había leído en su juventud. El
segundo las quería vivir. De modo que Pérez Reverte llegó a la literatura ya
con cierta madurez.
José Manuel Abiada habla
de la universalidad de la recepción de la literatura de Pérez Reverte ya que
ésta corrige la percepción de la Historia de España en Europa y en Estado
Unidos, lugares en los que ha tenido un enorme éxito.
Interviene Pérez Reverte volviendo
al tema de la conferencia de Sanz Villanueva y comenta que cuando decidió dejar
el periodismo para escribir novelas, todo el mundo le decía que Juan Benet era
el modelo a seguir, pero él prefería seguir a Alejandro Dumas. Dice que cuando comenzó no respetaba a ningún
escritor español vivo, salvo excepciones como Juan Eslava Galán (quien está entre el público) o Juan Marsé. Le gustaba otra literatura, la que le había
hecho feliz, desde Homero hasta
Dumas, y que escribe los libros que le gustaría leer.
Termina diciendo: “No quiero que el lector se pare en un párrafo,
quiero que corra conmigo”.
Fin de la mesa redonda.
Jueves, 3 de noviembre.
Hoy la conferencia y la posterior
mesa redonda versan sobre las aventuras del Capitán Alatriste ya que se cumplen
veinte años de la publicación de la primera de las novelas de la saga.
Estando allí sentado, me
viene a la memoria el momento de su presentación. Corría el año 1996 y por
aquellos días, estaba yo enfrascado en la lectura de otra de las grandes
publicaciones de ese año que era nada menos que “Olvidado Rey Gudú” de Ana
María Matute. La casualidad quiso que Arturo Pérez- Reverte y Ana María
Matute coincidieran el mismo día en distintos lugares de la ciudad para
presentar sus respectivas novelas. Me apetecía conocer a Pérez-Reverte, del que
acababa de leer “Territorio Comanche”,
quería conocer a ese valiente e irreverente corresponsal de guerra ahora
reconvertido en escritor de éxito. Pero tras darle varias vueltas al asunto
decidí que lo mejor sería ir a la de Ana María Matute. Y no me arrepentí, porque pude ver y escuchar a una de las mejores escritoras que ha dado este
país. Recuerdo que nada más empezar, el presentador mencionó la coincidencia, y
comparó el genio literario de Ana María Matute con el oportunismo comercial de
Arturo Pérez-Reverte. Lo mejor fue escuchar la voz frágil, sabia, casi mágica
de Ana María Matute.
Pero a lo que vamos.
Veinte años después y con
la saga de las aventuras del Capitán Alatriste en la mochila lectora, voy por
primera vez (segunda, contando con el día de ayer) a una conferencia sobre Arturo
Pérez Reverte con él mismo como protagonista invitado. Además de los
profesores Alberto Montaner Frutos, José
Belmonte Serrano y José Luis Martín
Nogales, está en a la mesa redonda, como escudero de honor, el genial Juan Eslava Galán.
Comienza la conferencia Alberto Montaner Frutos y lo
hace por el principio: “No era el hombre
más honrado, ni el más piadoso, pero era un hombre valiente”. En estas primeras
palabras de la saga está todo el carácter del Capitán Alatriste.
Señala Montaner que el libro
cayó como un meteorito en las letras españolas. Era una rareza, porque publicar
una novela de espadachines en el año 1996 estaba fuera de lugar. Pero esa
rareza rápidamente se convirtió en un éxito de ventas y en un fenómeno social que
hizo que la crítica tratara con más benevolencia al escritor cartagenero.
Dice que Alatriste es un héroe revertiano, un héroe cansado,
frente al héroe idealista, de la estirpe de Ulises y no de la de Aquiles. Es un
héroe sin brillo en la mirada, pero de los que nunca se rinden. Es el peón de
una partida de ajedrez que resiste en su propia casilla hasta el final. Pérez
Reverte ha dicho alguna vez que “la única
manera en que una persona puede estar en el mundo es pensar como un griego,
luchar como un troyano y morir como un romano”. Así es Diego Alatriste,
para quien la única causa para combatir es la propia dignidad.
Comenta Montaner que
cuando se publicó la novela, los lectores de Pérez Reverte se dividieron entre
los seguidores de esta y sus detractores (yo me quedé en el primer grupo).
Con Alatriste, continúa
el profesor, se acerca a la
intrahistoria unamuniana, a la filosofía de la historia que se recoge en Guerra y Paz de Tolstoi. La historia como una fuerza de la naturaleza. En Alatriste
hay una reflexión sobre los males de España y sobre la propia condición humana.
Nos llega a la fibra y nos hace pensar sin querer hacernos pensar. Hay materia
de reflexión. Y también una toma de postura sobre la actitud vital enmarcada en
el estoicismo: “Muerto quizás, pero jamás
vencido”.
Fin de la ponencia.
Comienza la mesa redonda
con Arturo Pérez-Reverte, Juan Eslava Galán y José Luis Martín.
La modera José Belmonte
que pregunta a Pérez Reverte sobre el origen de la saga. Éste comenta que tuvo
un afán didáctico para su hija Carlota al ver que El Siglo de Oro había desaparecido de los planes de estudio tras la
aplicación de la LOGSE. Por eso
implicó a su hija en la investigación y en la creación de la novela.
Interviene Eslava Galán
diciendo que vivía en Inglaterra y cuando se conmemoró la victoria sobre la “Armada Invencible”, unos cuantos
eruditos de Oxford publicaron una serie de artículos en los que apuntaban que
la derrota de la armada española había sido cuestión de mala suerte, ya que tan
solo un galeón había caído fruto de las balas británicas. Entonces, en muchos
periódicos británicos hubo quejas hacia estos estudiosos de Oxford diciendo que “no pagaban la universidad para que se
dijera la verdad”. “En España nos avergonzamos
de nuestra Historia, dice Juan Eslava Galán, y Alatriste quería cambiar esto, quería que los jóvenes no se avergonzaran
de su Historia”.
Interviene José Luis
Martín (Pérez Reverte le dice entre risas que se parece mucho a a Alatriste
físicamente, y es cierto) apuntando que el mérito de la saga es haber llegado a
los alumnos de ESO y Bachillerato porque ha devuelto a los lectores el interés
por el pasado.
Comenta Pérez-Reverte que
la historia es fundamental, que lo nuevo no es más que lo olvidado, que la
historia nos da soluciones y mecanismos de comprensión para la vida.
Le pregunta Juan Eslava
Galán sobre la importancia de los libros en su obra y éste responde que todo
libro lleva a otros libros, que entre los 8 y los 14 años leyó la biblioteca de
su abuelo y entendió que rodearse de libros era algo normal, que ir a comprar
un libro era como ir a comprar el pan. El libro como compañía natural es
fundamental. El veía la realidad a través de los libros, y esto le sirvió de
gran ayuda cuando fue corresponsal en varios conflictos ya que eran sus gafas
para mirar la guerra. “Mis novelas son mi
memoria filtrada por los libros que he leído”.
Fin de la conferencia