martes, 29 de noviembre de 2016

Dossier K, de Imre Kertész




He terminado de leer Dossier K de Imre Kertész, un regalo que el Premio Nobel de Literatura hizo a sus lectores en 2006 para profundizar en el sentido de algunas de sus  grandes obras como Sin destino (1975), Fiasco (1988), Diario de la galera (1992)  o Liquidación (2003).
Es un libro en forma de entrevista en la que el autor hace al tiempo de entrevistador y de entrevistado para reflexionar sobre la memoria y los campos de concentración, el paso del tiempo, la realidad y la ficción, la culpa, la libertad, la escritura...

Escribe K:
«Pero mira: a fuerza de lucha, conseguí bastante temprano mi libertad intelectual y a partir del momento en que me decidí por la escritura, pude considerar mis preocupaciones como materia prima de mi arte. Y aunque esta materia prima parezca a bastante sombría, la forma la redime y la convierte en alegría. Sólo se puede escribir desde un exceso de energías, o sea, desde la alegría. La escritura —y esto no lo he descubierto yo— es vida intensificada”»

Imre Kertész, húngaro de origen judío, sobrevivió a Auschwitz y a Buchenwald. Tenía 14 años. Después de su regreso a la vida, comenzó sus estudios y se dedicó al periodismo en la Budapest comunista, una tarea muy complicada a la que hace referencia también en Dossier K, hasta que decidió que su única ocupación sería la escritura.  Al principio se ganaba la vida escribiendo malas comedias que se representaban en teatros húngaros al tiempo que escribía su novela. Esa novela titulada Sin destino fue rechazada la primera vez por la editorial estatal. En 1975 la volvió a presentar y esta vez sí que la publicaron. Imre Kertesz tenía 46 años.

Sin destino, considerada una de las grandes novelas del siglo XX, narra la historia de un joven en su paso por uno de los campos de concentración nazis, pero a diferencia de otros relatos sobre el horror del Holocausto, la narración se despega del protagonista, trata de ser objetiva, fría y sin sentimentalismos. Hay mucho de su vida en esta obra, pero no es una novela autobiográfica, sino que, como señala en Dossier K, “consiguió convertir sus preocupaciones en la materia prima de su arte: la escritura”.

Escribe Kertész que los primeros libros que lo maravillaron fueron El extranjero de Albert Camus y Muerte en Venecia de Thomas Mann. También influyeron mucho en su escritura los ensayos de Paul Valery dedicados al la “crisis del espíritu”:
«El verdadero estado de un verdadero poeta se distingue por completo de la ensoñación. Yo sólo veo esfuerzo implacable, trabajo en los pensamientos para volverlos más dóciles, disposición del alma para someterse a una disciplina exquisita y victoria continúa sobre sí mismo... Incluso quien ha de registrar su sueño por escrito debe obligarse a estar plenamente despierto. Si pretendes reflejar con la máxima precisión posible las visiones extrañas, las traiciones que contra sí mismo comete el durmiente exento de voluntad que eras hacía unos momentos, y seguir en tu propia profundidad la caída pensativa del alma que se precipita como hoja marchita por la infinitud opaca de la memoria, no puedes  confiar en el éxito de una atención máxima de la conciencia, cuya obra maestra consistirá en captar incluso aquella que sólo existe a su costa».
A Kertész estos párrafos lo volvían realmente loco. Así que los anotaba e intentaba llevarlos hasta sus últimas consecuencias, porque su objetivo era escribir, pero no escribir malas comedias, sino hacer de la escritura un arte.
Y ese arte fue reconocido en el año 2002 con el premio Nobel de Literatura.




Imre Kertész falleció el pasado 2 de marzo en Budapest. Tenía 86 años. Tres años antes, el 12 de enero de 2013,  dejaba estas palabras en una entrevista publicada en el diario El País:
«La esencia de mi obra consiste en trasladar lo ocurrido a una dimensión espiritual. Que quede en la conciencia, aunque ahora lo veo con mucho menos optimismo que hace unos años. El Holocausto es el hundimiento universal de todos los valores de la civilización y una sociedad no puede permitir que se repita, que vuelva a presentarse una situación parecida. Pero la crisis económica, una crisis así dio pie a la llegada de Hitler al poder. Por tanto, deberían sonar todas las alarmas. Pero no suenan. Lo cual quiere decir que el Holocausto no está presente en la conciencia de los políticos europeos».

Enorme, Imre Kertész.



miércoles, 23 de noviembre de 2016

El corazón es un cazador solitario, de Carson McCullers



Recuerdo en una charla a la escritora Lola López Mondéjar quejarse del machismo imperante en la literatura.  Puso como ejemplo de injusticia el de Carson McCullers, quien con poco más de veinte años logró escribir una verdadera obra maestra: “El corazón es un cazador solitario”.
Pocos días después me hice con la novela, y nada más comenzar a leerla pensé que tenía toda la razón. Comenzaba así:
“En la ciudad había dos mudos, y siempre estaban juntos. Cada mañana a primera hora salían de la casa en la que vivían y, cogidos del brazo, bajaban por la calle en dirección al trabajo. Los dos amigos eran muy diferentes. El que encabezaba la marcha era un griego obeso y soñador. En verano llevaba un polo amarillo o verde chapuceramente embutido en los pantalones por delante y suelto por detrás. Cuando hacía frío, se ponía encima de él un informe jersey gris. Tenía la cara redonda y grasienta, de párpados semicerrados y labios que se curvaban en una blanda y estúpida sonrisa. El otro mudo era alto, y en sus ojos brillaba una expresión vivaz, inteligente. Vestía siempre de forma inmaculada y sobria”
Lo que me asombró fue que no podía dejar de leer a pesar de que parecía no ocurrir nada extraordinario, tan solo, el calor sofocante de una pequeña ciudad industrial del sur de Estados Unidos, el racismo imperante, la sordidez de la vida de sus habitantes, el pesimismo, la soledad, la incomunicación… No obstante, la novela iba ganando en intensidad conforme los personajes arañaban y  rasgaban, con su pensamiento, con sus actos, el estrecho corsé del mundo que les había tocado vivir. Era ahí, en sus personajes,  donde McCullers, a sus veintitrés añitos, demostró su enorme talento.
John  Singer, un sordomudo educado y amable al que todos acudían para contarle sus problemas. Jake, un hombre hundido por la bebida que intentaba explicar, en vano, el socialismo marxista a los trabajadores de la localidad. El doctor Copeland, un médico negro entregado a la comunidad, pero con problemas en su familia. Y sobre todo, Mick, alter ego de Carson McCullers, una adolescente incomprendida, cuya vida era la música, “o bien se iba a la biblioteca a mirar el National  Geographic, o se dedicaba a pasear sola y pensar un poco más […] Pero en todo momento, hiciera lo que hiciera había música. En ocasiones canturreaba para sí misma mientras paseaba, y otras veces, escuchaba en silencio las canciones que sonaban dentro de ella. Había toda clase de música en sus pensamientos. Parte de ella la había oído en las radios, pero otra estaba ya en su mente sin que jamás la hubiera oído en ninguna parte”.




Carson McCullers publicó “El corazón es un cazador solitario” en 1940, con la Gran Depresión como telón de fondo y con Hitler empeñado en conquistar el mundo.
“Una tarde le había explicado (Harry a Mick) todo lo referente a los fascistas. Le contó cómo los nazis hacían andar a los niños judíos andar a gatas haciéndoles comer hierba del terreno. Le contó cómo había planeado asesinar a Hitler. Lo tenía todo muy bien preparado. Le explicó la falta de libertad y de justicia que había con el fascismo. Le dijo que los periódicos escribían mentiras deliberadamente y que la gente no sabía lo que estaba pasando en el mundo. Los nazis eran terribles…, todo el mundo lo sabía. Y ella se unió a la conspiración para matar a Hitler. De todos modos tendrían que ser cuatro o cinco personas las que formaran el complot, para que si una fallaba, las demás pudieran seguir adelante con el plan. Y aunque todos murieran serían unos héroes. Ser un héroe era casi como ser un gran músico”.
Imprescindible

domingo, 20 de noviembre de 2016

Diciembre. Mes de la novela clásica.




El año pasado leí “Las aventuras de Tom Sawyer” de Mark Twain y me gustó tanto que me propuse continuar con  “Las aventuras de Huckleberry Finn”, más cuando leí que esta novela estaba considerada como el inicio del realismo norteamericano y una de las mejores del siglo XIX. La saqué de la estantería pero no llegué a comenzarla porque otra lectura (no recuerdo cuál) se cruzó en su camino.
Ernest Hemingway escribe en "Las verdes colinas de África" que "toda la literatura moderna estadounidense procede de un libro escrito por Mark Twain llamado Huckleberry Finn.[...] Todos los textos estadounidenses proceden de este libro. Nada hubo antes. Nada tan bueno ha habido después".
Ayer, me encontré en el blog de Laky, "Libros que hay que leer" con el "Mes temático de la novela clásica, un reto que consiste en leer y reseñar una novela anterior a 1900, y pensé que era el momento de leer "Las aventuras de Huckleberry Finn" de Mark Twain, publicada en 1885, y de paso participar en esta estupenda iniciativa.

jueves, 17 de noviembre de 2016

Arturo Pérez-Reverte: 30 años de literatura. 20 años del Capitán Alatriste




Hace un par de semanas estuve en unas jornadas sobre la vida y la obra del escritor cartagenero Arturo Pérez-Reverte en la que se conmemoraron los treinta años de la publicación de su primera novela El húsar y los veinte del inicio de la saga de Las aventuras del Capitán Alatriste
Este es el sucinto resumen de lo que allí se contó.



 Miércoles, 2 de noviembre.

Me planto en el salón de conferencias media hora antes de que se abran las puertas y me encuentro con una enorme cola de cien metros. Pasan a mi lado dos jóvenes, que se paran y me preguntan qué pasa ahí. Les digo que hay  una conferencia sobre un escritor llamado Arturo Pérez-Reverte. Miran la cola extrañados y se van con cara de estar perdiéndose algo, y es que es poco habitual que la literatura congregue a tanta gente. Una vez dentro tomo asiento,  levanto la mirada y me sorprende ver un público tan heterogéneo en la sala. Poco tiempo después, entra el protagonista entre aplausos, como si de una estrella de rock se tratara.
Comienza la conferencia el profesor Santos Sanz Villanueva, para quien la primera novela de Pérez- Reverte, publicada en 1986 y titulada “El Húsar”, es la base de toda su literatura, pues en ella se dan ya todos los elementos que va a desarrollar en las novelas posteriores.
Contextualiza la publicación de “El Húsar” en el panorama literario español y menciona que por esa época, 1986,  editores y críticos buscaban la novela “ensimismada”, la novela sobre la construcción de la novela, novelas tediosas y lentas que según Alberti “estaban protagonizadas por un personaje que tardaba veinte páginas en subir una escalera”. El representante máximo de este tipo de literatura era Juan Benet. Esta literatura culta, de pocos lectores,  era la literatura con mayúsculas, y todo lo demás, es decir, la literatura popular, se quedaba a las puertas de la literatura. Es justamente en esta orilla en la que quiere situarse Arturo Pérez Reverte al escribir “El Húsar”, que como él mismo dice “quiere ser un escritor de lectores”.  Cerca de este espacio es en el que se sitúan obras aparecidas en ese mismo año, como “Beatus Ille” de Antonio Muñoz Molina o “La ciudad de los prodigios” de Eduardo Mendoza, ya que todas ellas recuperan la narratividad y la memoria histórica. Y lectores tuvo, pero a los críticos y académicos los tuvo siempre enfrente hasta que, a finales de los años noventa, empezó a ser aceptado por éstos.
Sanz Villanueva  comenta que Pérez-Reverte monta las novelas como hacían los antiguos carpinteros con sus muebles, dejando todo en su sitio.  Además señala que éste, en sus novelas, utiliza oficios pintorescos, como maestros de esgrima, bibliófilos,  ajedrecistas, narcotraficantes o grafiteros, todos ellos muy  bien documentados para conseguir en la novela veracidad narrativa.
En las novelas de Arturo Pérez-Reverte hay acción, aventura y sobre todo personajes, con mucho peso, todos personajes memorables.
Por último, señala que en sus novelas todo está puesto al servicio de la construcción de un sistema de valores. En las primeras era un nostálgico de un tiempo pasado que se confronta con la actualidad y, en general, tiene una visión pesimista de la vida humana en la que se cumple la premisa del homo homini lupus. Esa es su concepción, pero no es moralista, sino que en sus obras, el ser humano es objeto de contemplación. Nos los condena, tampoco los salva. Hay una distancia para no moralizar esa visión de la vida. También dice que en algunas de sus novelas como “Hombres buenos”, “Cabo Trafalgar” o  “Dos de mayo”, aparece una visión regeneracionista de la vida española. En este sentido se sitúa en la corriente de la Generación del 98.
Termina la conferencia y se sientan en la mesa redonda Arturo Pérez-Reverte, José Manuel Abiada,  Alexis Grohmann y José María Pozuelo que es el moderador.
Dice Grohmann que, junto a Javier Marías, es uno de los escritores españoles com mayor éxito internacional. Son polos opuestos que no se excluyen ya que representan los dos tipos de literatura antes mencionados. El primero quería escribir las novelas que había leído en su juventud. El segundo las quería vivir. De modo que Pérez Reverte llegó a la literatura ya con cierta madurez.
José Manuel Abiada habla de la universalidad de la recepción de la literatura de Pérez Reverte ya que ésta corrige la percepción de la Historia de España en Europa y en Estado Unidos, lugares en los que ha tenido un enorme éxito.
Interviene Pérez Reverte volviendo al tema de la conferencia de Sanz Villanueva y comenta que cuando decidió dejar el periodismo para escribir novelas, todo el mundo le decía que Juan Benet era el modelo a seguir, pero él prefería seguir a Alejandro Dumas. Dice que cuando comenzó no respetaba a ningún escritor español vivo, salvo excepciones como Juan Eslava Galán (quien está entre el público) o Juan Marsé.  Le gustaba otra literatura, la que le había hecho feliz, desde Homero hasta Dumas, y que escribe los libros que le gustaría leer.
Termina diciendo: “No quiero que el lector se pare en un párrafo, quiero que corra conmigo”.
Fin de la mesa redonda.





Jueves, 3 de noviembre. 

Hoy la conferencia y la posterior mesa redonda versan sobre las aventuras del Capitán Alatriste ya que se cumplen veinte años de la publicación de la primera de las novelas de la saga.
Estando allí sentado, me viene a la memoria el momento de su presentación. Corría el año 1996 y por aquellos días, estaba yo enfrascado en la lectura de otra de las grandes publicaciones de ese año que era nada menos que “Olvidado Rey Gudú” de Ana María Matute. La casualidad quiso que Arturo Pérez- Reverte y Ana María Matute coincidieran el mismo día en distintos lugares de la ciudad para presentar sus respectivas novelas. Me apetecía conocer a Pérez-Reverte, del que acababa de leer “Territorio Comanche”, quería conocer a ese valiente e irreverente corresponsal de guerra ahora reconvertido en escritor de éxito. Pero tras darle varias vueltas al asunto decidí que lo mejor sería ir a la de Ana María Matute. Y no me arrepentí, porque pude ver y escuchar a una de las mejores escritoras que ha dado este país. Recuerdo que nada más empezar, el presentador mencionó la coincidencia, y comparó el genio literario de Ana María Matute con el oportunismo comercial de Arturo Pérez-Reverte. Lo mejor fue escuchar la voz frágil, sabia, casi mágica de Ana María Matute.
Pero a lo que vamos.
Veinte años después y con la saga de las aventuras del Capitán Alatriste en la mochila lectora, voy por primera vez (segunda, contando con el día de ayer) a una conferencia sobre Arturo Pérez Reverte con él mismo como  protagonista invitado. Además de los profesores Alberto Montaner Frutos, José Belmonte Serrano y José Luis Martín Nogales, está en a la mesa redonda, como escudero de honor, el genial Juan Eslava Galán.
Comienza  la conferencia Alberto Montaner Frutos y lo hace por el principio: “No era el hombre más honrado, ni el más piadoso, pero era un hombre valiente”. En estas primeras palabras de la saga está todo el carácter del Capitán Alatriste.
Señala Montaner que el libro cayó como un meteorito en las letras españolas. Era una rareza, porque publicar una novela de espadachines en el año 1996 estaba fuera de lugar. Pero esa rareza rápidamente se convirtió en un éxito de ventas y en un fenómeno social que hizo que la crítica tratara con más  benevolencia al escritor cartagenero.
Dice que Alatriste es un héroe revertiano, un héroe cansado, frente al héroe idealista, de la estirpe de Ulises y no de la de Aquiles. Es un héroe sin brillo en la mirada, pero de los que nunca se rinden. Es el peón de una partida de ajedrez que resiste en su propia casilla hasta el final. Pérez Reverte ha dicho alguna vez que “la única manera en que una persona puede estar en el mundo es pensar como un griego, luchar como un troyano y morir como un romano”. Así es Diego Alatriste, para quien la única causa para combatir es la propia dignidad.
Comenta Montaner que cuando se publicó la novela, los lectores de Pérez Reverte se dividieron entre los seguidores de esta y sus detractores (yo me quedé en el primer grupo).
Con Alatriste, continúa el profesor,  se acerca a la intrahistoria unamuniana, a la filosofía de la historia que se recoge en Guerra y Paz de Tolstoi. La historia como una fuerza de la naturaleza. En Alatriste hay una reflexión sobre los males de España y sobre la propia condición humana. Nos llega a la fibra y nos hace pensar sin querer hacernos pensar. Hay materia de reflexión. Y también una toma de postura sobre la actitud vital enmarcada en el estoicismo: “Muerto quizás, pero jamás vencido”.
Fin de la ponencia.
Comienza la mesa redonda con Arturo Pérez-Reverte, Juan Eslava Galán y José Luis Martín.
La modera José Belmonte que pregunta a Pérez Reverte sobre el origen de la saga. Éste comenta que tuvo un afán didáctico para su hija Carlota al ver que El Siglo de Oro había desaparecido de los planes de estudio tras la aplicación de la LOGSE. Por eso implicó a su hija en la investigación y en la creación de la novela.
Interviene Eslava Galán diciendo que vivía en Inglaterra y cuando se conmemoró la victoria sobre la “Armada Invencible”, unos cuantos eruditos de Oxford publicaron una serie de artículos en los que apuntaban que la derrota de la armada española había sido cuestión de mala suerte, ya que tan solo un galeón había caído fruto de las balas británicas. Entonces, en muchos periódicos británicos hubo quejas hacia estos estudiosos de Oxford diciendo que “no pagaban la universidad para que se dijera la verdad”. “En España nos avergonzamos de nuestra Historia, dice Juan Eslava Galán, y Alatriste quería cambiar esto, quería que los jóvenes no se avergonzaran de su Historia”.
Interviene José Luis Martín (Pérez Reverte le dice entre risas que se parece mucho a a Alatriste físicamente, y es cierto) apuntando que el mérito de la saga es haber llegado a los alumnos de ESO y Bachillerato porque ha devuelto a los lectores el interés por el pasado.
Comenta Pérez-Reverte que la historia es fundamental, que lo nuevo no es más que lo olvidado, que la historia nos da soluciones y mecanismos de comprensión para la vida.
Le pregunta Juan Eslava Galán sobre la importancia de los libros en su obra y éste responde que todo libro lleva a otros libros, que entre los 8 y los 14 años leyó la biblioteca de su abuelo y entendió que rodearse de libros era algo normal, que ir a comprar un libro era como ir a comprar el pan. El libro como compañía natural es fundamental. El veía la realidad a través de los libros, y esto le sirvió de gran ayuda cuando fue corresponsal en varios conflictos ya que eran sus gafas para mirar la guerra. “Mis novelas son mi memoria filtrada por los libros que he leído”.
Fin de la conferencia











miércoles, 16 de noviembre de 2016

Alex, de Pierre Lemaitre



“A Alex le encanta. Desde hace casi una hora que se las prueba, duda, se las quita, se lo piensa, vuelve a ponérselas. Pelucas y postizos. Podría pasarse tardes enteras haciéndolo”.
Así comienza Alex de Pierre Lemaitre, un íncipit que, como buen escritor que es,  ha cuidado mucho, porque ahí está el argumento de la novela.
Después de terminar la lectura de Alex, me parece que está a la altura de las expectativas generadas con Irene. Tal vez no tenga una parte final tan vertiginosa, pero es una novela más equilibrada, más clásica que la anterior en la que Camille Verhoeven estaba en el centro mismo de la historia. Ahora es un mero investigador que regresa de las tinieblas y para quien la resolución del caso será su tabla de salvación.
En Alex todo es más rítmico, más suave, si cabe esta palabra en una novela en la que se describe el horror con tanta crudeza. No obstante, Lemaitre logra sorprender al lector con varios quiebros inesperados que son los que hacen grande la novela.
Me ha gustado mucho cómo maneja los tiempos de la trama, cómo juega con los sentimientos, cómo se apodera del juicio que el lector hace de los personajes obligándole cambiarlos una y otra vez.
Lemaitre nos lleva en volandas, corriendo sin detenernos ni un segundo — a pesar de que hay constantes citas ocultas de grandes autores (en la última página menciona su agradecimiento a Dostoyevski, Pasternak, Proust, e incluso a nuestro Muñoz Molina) diseminadas a lo largo del libro— a través de una estructura en la que da a conocer los porqués de los actos de los protagonistas en la última parte de la novela. Es ahí cuando se termina el rompecabezas de Alex, y se cierra el círculo.
“—De hecho, la verdad, la verdad...¿Quién puede decir qué es verdad y qué no lo es, comandante? Para nosotros, lo esencial no es la verdad, sino la justicia, ¿no es así?
Camille sonríe y asiente.”

Muy buena. Grande Pierre Lemaitre.

sábado, 12 de noviembre de 2016

Canciones de Leonard Cohen


Ayer, recordando los momentos que he disfrutado con la música de Leonard Cohen, que han sido muchos,  encontré en mi biblioteca este libro que me regaló hace ya unos años mi amigo Paco. Es un librito que se publicó en 1979 y se reeditó en 2011 en el que se recogen las letras originales y su traducción al castellano de las canciones de Cohen. Lo abrí y leí la letra de una de mis canciones favoritas, que también son muchas.  

The partisan

When they poured across the border
I was cautioned to surrender,
This I could not do,
I took my gun and vanished.

I have changed my name so often
I ‘ve lost my wife and children
But  I´ve many friends,
And some of them are with me.

And old woman gave us shelter
Kept  us hidden in the garret,
Then the soldiers came,
She died without a whisper.

There were three of us in the morning
I´m the only one this evening
But I must go on,
The frontiers are my prision.

On the wind, the wind is blowing,
through the graves the wind is blowing
Freedom, soon will come,
Then we´ll come from the shadow.

Les Allemands étaient chez moi
Ils mónt dit:”Rèsigne toi”
Mais je n’ai pas pu,
Et  j’ai reprís mon arme.
J’ai change cent fois the mom
J’ai perdu femme et enfant
Mais j’ai tant d’amis
J’ai la France entire.
Un vieil home dans un grenier
Pour la nuit nous a cache
Les allemands I’ont pris,
Il est mort sans surprise.

On the wind, the wind is blowing
Through the graves the wind is blowing,
Freedom soon will come,
Then we’ll come from the shadow.





El Partisano

Cuando invadieron la frontera
Me aconsejaron que me rindiera
eso no lo pude hacer,
Cogí mi fusil y desaparecí.

He cambiado muchas veces de nombre
He perdido a mi mujer y a mis hijos
Pero tengo tantos amigos,
y algunos están conmigo.

Una anciana nos dio cobijo
Nos escondió en el desván,
Entonces llegaron los soldados,
Murió sin decir una palabra.

Éramos tres esta mañana
Solo quedo yo esta noche,
Pero debo seguir,
Las fronteras son mi cárcel.

Oh, el viento, el viento está soplando,
Por entre las tumbas el viento sopla,
Pronto llegará la libertad,
Y entonces saldremos de las sombras.

Los alemanes estuvieron en mi casa
Me dijeron: “Ríndete”,
Pero no pude,
Y cogí mi arma.
He cambiado cien veces de nombre
He perdido a mi mujer y a mi hijo
Pero tengo tantos amigos
Tengo a toda Francia.
Un viejo nos escondió
Por la noche en un granero,
Los alemanes lo cogieron,
Murió sin sorpresa.

Oh el viento, el viento está soplando,
Por entre las tumbas el viento sopla,
Pronto llegará la libertad,
Y entonces regresaremos de las sombras






martes, 8 de noviembre de 2016

Irene, de Pierre Lemaitre



Esta tarde he terminado de leer “Irene” de Pierre Lemaitre y todavía estoy dándole vueltas a la trama, todavía impactado con el final. Hacía tiempo que no disfrutaba tanto leyendo una novela. A punto he estado de leer las últimas cincuenta páginas en diagonal con el corazón en un puño. Tensión narrativa que le llaman.
La historia del libro transcurre entre el 7 y el 24 de abril de 2003. Dieciocho días de investigación de una serie de asesinatos por parte del comandante Camille Verhoeven y sus colegas de la Brigada Criminal de París que dejan sin aliento. Dieciocho días en los que Pierre Lemaitre se divierte con un juego metaliterario en el que homenajea el género negro. Vila-Matas y Vázquez Montalbán por fin juntos.
Lo mejor de todo es que “Irene” es la primera de una trilogía (ver la estupenda reseña de Juan Carlos Galán en su blog), de manera que he ido corriendo hasta la librería para hacerme con la segunda parte. Se titula “Alex” y ya me está esperando.

martes, 1 de noviembre de 2016

"Libro del desasosiego", de Fernando Pessoa




“Libro del desasosiego” de Fernando Pessoa es un libro que hay que leer en pequeñas dosis, como si de un libro de consulta se tratara, por eso es bueno tenerlo siempre a mano, en un lugar de la casa específico para él (yo lo tengo en la cocina), y de vez en cuando dedicarle unos minutos, y después, continuar haciendo vida  normal, como si nada hubiera ocurrido, y mejor intentar olvidarlo para no caer en sus garras, y otro día leer otro fragmento  e intentar olvidarlo de nuevo, y llevarlo así, poco a poco, sin darle demasiada importancia, como si fuera uno más de los libros de la estantería.
Este es el fragmento que leí la semana pasada:
“Nadie, supongo, admite verdaderamente la existencia real de otra persona. Puede conceder que esa persona esté viva, que sienta y piense como él; pero habrá siempre un elemento anónimo de diferencia, una desventaja materializada. Hay figuras de tiempos idos, imágenes espíritus en libros, que son para nosotros realidades mayores que esas indiferencias encarnadas que hablan con nosotros por encima de los mostradores, o nos miran por casualidad en los tranvías, o nos rozan, transeúntes, en el ocaso de las calles. Los demás no son para nosotros más que paisaje y , casi siempre paisaje invisible de calle conocida.
Tengo por más mías, con mayor parentesco e intimidad, cierta figuras que están escritas en los libros, ciertas imágenes que he conocido en estampas, que muchas personas, a las que llaman reales, que son de esa inutilidad metafísica llamada carne y hueso”.
Hoy he vuelto a pasar junto al “Libro del desasosiego” y le he dedicado apenas unos segundos (me costó mucho despegarme de la inutilidad metafísica de la realidad de modo que me ando con mucho cuidado) ; ni siquiera me he sentado y me he encontrado con esto:
“No comprendo sino como una especie de falta de aseo, esta inerte permanencia en que yazgo de mi misma e igual vida, quedada como polvo o suciedad en la superficie de nunca cambiar.
Así como lavamos el cuerpo deberíamos lavar el destino, cambiar de vida como nos cambiamos de ropa—no para salvar la vida, como comemos y dormimos—sino por ese respeto ajeno a nosotros mismos, al que con propiedad llamamos asco”.
Y después, he seguido haciendo vida normal, como si nada.