lunes, 19 de septiembre de 2016

Azorín y el Eterno Retorno


Por fin logro acercarme levemente a la comprensión del famoso mito del eterno retorno de Nietzsche gracias a “La voluntad” de Azorín.
Lo doloroso es que esta danza durará millones de siglos, millones de millones de siglos. ¡Será eterna!...
Federico Nietzsche, estando allá por 1881 retirado en una aldea, entregado a sus fecunda meditaciones, se quedó un día estupefacto, espantado, aterrorizado. ¡Había encarnado de pronto en su cerebro la hipótesis  de la Vuelta Eterna!.
La Vuelta Eterna no es más que la continuación indefinida, repetida de la danza humana... Los átomos, en sus continuas asociaciones, forman mundos y mundos; sus combinaciones son innumerables pero como los átomos son los mismos – puesto que nada se crea ni nada se pierde- , y como es una misma, uniforme, constante, la fuerza que los mueve, lógicamente ha de llegar – habría llegado quizás- el momento en que las combinaciones se repitan. Entonces se daría el caso, como el maestro Yuste sospechaba, de que ese mismo mundo en que vivimos ahora, por ejemplo, vuelva a surgir de nuevo, y con él todos los seres, idénticos, que al presente lo habitan [...] Todos los estados que este mundo puede alcanzar, dice Nietzsche, los ha alcanzado ya, y no solamente una vez, sino un número infinito de veces. Lo mismo sucede con este momento: ha sido ya una vez, muchas veces, y volverá a ser, cada vez que todas las fuerzas estén repartidas exactamente como hoy; y lo mismo acontecerá con el momento que ha engendrado a éste y con el momento al cual ha dado origen.
Hombre, toda tu vida, como un reloj de arena, será siempre retornada de nuevo y se deslizará siempre de nuevo. Y cada una de esta vidas no estará separada de la otra sino por el gran minuto de tiempo necesario para que todas las condiciones que te han hecho nacer se reproduzcan en el ciclo universal. Y entonces encontrarás otra vez cada dolor y cada alegría, y cada amigo y cada enemigo, y cada esperanza y cada error, y cada brizna de hierba y cada rayo de sol, y toda la ordenanza de las cosas todas. Ese ciclo del que tú eres un grano brilla de nuevo. Y en cada ciclo de la existencia humana hay siempre una hora en que el individuo primero, después en muchos, luego en todos, se eleva el pensamiento más poderoso: el de la vuelta universal de todas las cosas. Y ese momento es siempre para la humanidad la hora del mediodía [...]
Yo no siento la angustia que sentí en Nietzsche ante la Vuelta Eterna, piensa Azorín; lo sentiría si en cada nuevo resurgimiento tuviésemos conciencia del anterior”.







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